Plegaria de un convertido


Después de la guerra mundial causó gran sensación el libro de un escritor italiano, Papini, intitulado La Storia di Cristo. El autor es de los más célebres de Italia, y durante varios lustros había sido anarquista, ateo, impugnador acérrimo del catolicismo. Después de la guerra volvió al Cristo abandonado. Se retiró durante quince meses, estuvo en la soledad y allí escribió su hermoso libro Historia de Cristo.

Es conmovedora la parte en que describe la terrible inmoralidad de la vida actual. Bien la conoce el autor; convivió con ella. Todos se odia, todos roban; egoísmo, podredumbre, sangre por doquiera, escribe Papini. Por todas partes la idolatría; se adora al ídolo de la violencia, del dinero y de la inmoralidad. Muerte, lucha, desesperación en el mundo…
Y al final de su libro, este ex anarquista, este ex ateo se vuelve con una oración conmovedora a Nuestro Señor Jesucristo y le pide que venga de nuevo a vivir entre los hombres.
¡Señor!, si Tú no fueras más que el Dios justo, no nos escucharías, porque todo el mal que han podido cometer los hombres contra Ti, lo hicieron. Judas te vendió millones de veces y otras tantas te besó; te vendió, y no por treinta monedas de plata; te besó, y no una sola vez. ¡Cuántos fariseos han gritado ya durante dos mil años: ¡No queremos a Cristo! ¡Fuera Cristo! ¡Cuántas veces, por dinero, por un puesto que querían alcanzar, te azotaron hasta hacerte derramar sangre! ¡Cuántas veces te hemos crucificado con nuestros deseos, con nuestros pensamientos, con nuestras acciones! ¡Cuántas, pero cuántas veces, o Dios misericordioso!
Hemos desterrado a Cristo porque era demasiado puro para nosotros. ¡Le dimos la espalda porque era demasiado santo para nosotros! ¡Le hemos crucificado, el hemos condenado, porque su rectitud condenaba nuestra vida pecaminosa!
¿Y ahora?
Ahora, cuando hemos llegado ya a la descomposición, ahora vemos, ahora sentimos la falta que nos hace. Sentimos nostalgia de verdad y de rectitud.
Cristo: nuestro único mal es éste: ¡Tú nos haces falta!
El que tiene hambre, desea pan… Pero eres Tú quien le hace falta.
El que tiene sed, implora la bebida… ¡Está sediento de Ti!
El enfermo suspira por la salud… ¡Te necesita a Ti!
El que busca lo bello en el mundo, sin saberlo siquiera… te busca a Ti, Hermosura eterna.
El que busca la verdad no lo sabe, pero te busca a Ti, Verdad eterna.
El que desea la paz está sediento de Ti, el único en quien puede encontrar su tranquilidad el corazón turbado.
Cielo y tierra, bienestar y desgracia, alegría y sufrimiento, el hombre que llora y el hombre que goza, todos claman por Ti, dulcísimo Cristo.
¡Cómo te espera nuestra alma! ¡Ven! ¡Señor! ¡Jesús!
Así podríamos resumir la plegaria de Papini, el hombre convertido.

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